martes, 30 de octubre de 2012

La sobre-protección: ¡cuidado!

"Si hago las cosas por ti, evito que tú puedas hacerlas por ti mismo"


Debemos partir de una premisa muy importante: Ayudar no es lo mismo que sobre-proteger. Ayudar es ofrecer al otro la oportunidad de hacer las cosas por sí mismo, y todo lo que ello conlleva: que se equivoque, que rectifique, que cambie de parecer, que tolere la frustración, que desarrolle estrategias ante problemas... La sobre-protección es una actitud que, a veces sin darnos cuenta, manifestamos en forma de comportamientos que suponen la negación del otro, asumiendo nosotros sus acciones. Dejamos de lado sus potencialidades y negamos la posibilidad de realizar sus actos. La sobre-protección dificulta sin duda la evolución de la persona y limita su maduración. En el ámbito familiar, supone un freno en el desarrollo del niño con discapacidad (y sin ella) y podemos llegar a caer en que sus limitaciones se prolonguen hasta la edad adulta. No dejamos que el niño adquiera competencias y anulamos su iniciativa. Debemos dejar que asuma y corra riesgos y que, como hemos dicho antes, se equivoque. Porque así conseguirá experiencia y toda experiencia supone APRENDIZAJE.

Es más, de esa sobre-protección nacen conductas en la discapacidad: puede ser que nos encontremos con que nuestro niño no acepte reglas, ni control. Y pueden aparecer entonces conductas disruptivas. O puede aparecer una postura de sumisión, donde el criterio e identidad propios quedan relegados a un segundo plano.

No podemos olvidar que el niño necesita, además de amor, reconocimiento de lo que realmente es y confianza en lo que puede llegar a conseguir, tolerancia de sus ideas, libertad para actuar, sentirse importante y autónomo, ser partícipe de sus propias decisiones y del camino que decida escoger en su vida. Es cierto que durante los primeros años de vida debemos orientar para que el niño sea quien es, pero a medida que crece debemos potenciar su independencia.



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